Tus manos como madejas

Anoche lloré pensando que quizás lo que más me asuste es volver a arriesgarme.
Pensé que quizás me haría bien salir de aquí; quizás, pero no, porque no tengo ganas de reír.

Solo quiero besar tu mejilla y que me mires agradecido (al menos eso quiero pensar) por tratar de hacerte feliz.

Te leí, te devoré con mis ojos hasta que comencé a sangrar otra vez.
Soy insoportable. No soporto nada.

Quiero que me extrañes, quiero ser mejor que ella. Pero me esforzaría demasiado y terminarías odiándome.

Jamás seré una princesa, sabes que soy vulgar, que soy distinta. Pero ella era perfecta y yo soy un hilo de falsedad.

Yo jamás tendría lástima de ti.

Necesito huir a donde de nuevo nada me toque. Esta vez decidí no temer, pero sentí el temblor bajo mis piernas y no pude evitar echarme a correr como una niñata. Antes de eso me tragué el nudo fastidioso que ataba mi garganta, casi me asfixio con él.